La última vez que tu padre te abrazó fuerte, la última vez que jugaste sin preocupaciones, la última vez que fuiste un niño sin cargas, sin miedos, sin heridas abiertas. Pero no lo sabíamos. Nadie nos dijo que ese día sería la última vez.
Crecemos con la idea de que todo es eterno, que siempre habrá un mañana, otra oportunidad, otro momento para decir lo que sentimos.
Pero lo cierto es que el tiempo no avisa, sólo avanza. Y un día nos despertamos con la certeza de que todo cambió, que nunca volveríamos a ese momento donde éramos felices sin saberlo.
La infancia es el único paraíso que conocemos antes de que el mundo nos enseñe a sobrevivir. Y cuando todo termina, lo único que nos queda es el eco de lo que fue, la sombra de lo que perdimos sin darnos cuenta.
Porque nadie nos prepara para el vacío que deja la ausencia, para el frío de un universo que no responde, para la agonía de saber que nunca podremos regresar.
Si supiéramos que estamos experimentando algo por última vez, ¿lo haríamos de manera diferente?
¿Nos abrazaríamos más fuerte? ¿Nos quedaríamos un poco más? Quizás sea así. Pero la vida no da avisos.
Nos arrebata momentos sin previo aviso y nos deja con preguntas sin respuesta.
Y así seguimos, sobrevalorando lo que no importa y olvidando lo que realmente nos hizo felices.
Autor: - Sr. Constantino.
Comentarios
Publicar un comentario